Z diariusza prywatnego Hieronima Poniżalskiego
“Uno no es un imbécil, y cuando se pone a escribir, el resultado es estúpido…”
Publicado en 1934, en el diario Gazeta Polska, el relato Del diario privado de Jerónimo Humildad (Z diariusza prywatnego Hieronima Ponizalskiego) no se reeditó hasta 1973, cuatro años después de la muerte de Witold Gombrowicz, en el volumen de Varia, donde se reúnen los diferentes textos de ficción o de crítica que hasta esa fecha estaban dispersos.
Witold Gombrowicz escribió esta historia de un escritor rechazado por la crítica y los editores en 1934, el año siguiente a la publicación de Memorias del tiempo de la inmadurez, su primer libro. Éste había provocado cierta incomprensión de parte del establishment literario polaco de la época: confusión de la persona de Witold Gombrowicz con su creación artística, interpretación literal del título de la obra y de su contenido, indiferencia hacia el proyecto literario original de Witold que priorizaba el individuo a expensas de las modas y conveniencias.
En este contexto, Del diario privado de Jerónimo Humildad, escrito en primera persona, aparece como una reacción autobiográfica de Witold Gombrowicz y defiende su programa en tanto que autor.
La criada Adela, que aparece en el cuento asomando la cabeza por la puerta, inquieta por los ruidos que salen de la habitación del escritor y que responde a su explicación con un plácido “Ah”, es una referencia a Aniela Brzozowska, fiel criada de los Gombrowicz hasta la guerra. Según manifiesta el propio Witold Gombrowicz, él le debe el famoso “¡Listo está!¡ Bah, bah, bah! ¡el tonto que lo leerá!” que aparecerá, tres años después, al final de Ferdydurke.
Extracto:
Declaro, a título preventivo y ante cualquier evento, que soy un grafómano y que escribo por puro placer, por manía, así como una vaca muge. Y que en adelante se me puede acusar de eso. Ahora, sobre un terrible león sin peligro me sentaré y un dragón gigante cabalgaré. Y si lo que acabo de decir no fuera suficiente, si empujado por una vieja y mala costumbre, alguien viniera a importunarme hablándome de misión, de conveniencia, etc., yo respondería simplemente:
- la zanahoria
- y en esta preciosa palabra pongo toda la dicha de haberme liberado del terror, toda la alegría de haber recuperado mi equilibrio, de no experimentar más, por fin, ni miedo ni vergüenza, toda la dulzura de la libertad y el placer de la creación. ¡Sed bienvenidas, mediocridad, maneras incultas, chatas, banales –hasta triviales- sí, sed bienvenidas!