1904
¡Oh, amada infancia, con cuánta emoción te recuerdo!
El diario de Stefan Czarniecki, Bakakai |
4 de agosto: nacimiento de Marian Witold Gombrowicz en la finca de Małoszyce, propiedad de su padre, a 200 km al sur de Varsovia, cerca de Sandomierz.
Su padre, Jan Onufry Gombrowicz (1868-1933), es de origen lituano.
¿Mi padre? Un hombre buen mozo, alto, distinguido, muy correcto y puntual, metódico, con horizontes no demasiado amplios, poco sensible a las cosas del arte, católico practicante, pero sin exageración.
Testamento. Conversaciones con Dominique de Roux. |
Su madre, Antonina Kotkowska (1872-1959), es hija de terratenientes de Polonia central.
En cambio, mi madre se distinguía por un temperamento extraordinariamente vivo y una imaginación exuberante. Nerviosa, exaltada, inconsecuente, incapaz de controlarse, ingenua y, aun peor, poseedora de una imagen de sí misma totalmente equivocada.
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Jan Onufry Gombrowicz administraba una parte de los campos que pertenecían a su familia política, pero también trabajaba en la industria. Instaló una fábrica de papel a la que llamó “Witulin”, por el nombre de su hijo menor que debía ser su heredero.
"Así pues, a principios de siglo, éramos una familia desarraigada, cuya situación social no estaba del todo clara, entre Lituania y la Polonia del Congreso, entre el campo y la industria, entre lo que se conoce como “buena sociedad” y otra más mediocre. Son sólo los primeros de esos “entre” que, en adelante, se multiplicarán hasta el punto de convertirse casi en mi residencia, en mi verdadera patria."
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"Para comenzar, diré que mi casa natal, a pesar de las apariencias, era el colmo de una disonancia que no cesaba de herir mis oídos infantiles. Existían muchas razones para ello: una de las principales fue el contraste de temperamento y carácter entre mi padre y mi madre."
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Witold tiene dos hermanos mayores, Janusz (1894-1968), Jerzy (1895-1971), y también una hermana, Irena, a quien siempre llamaron Rena (1899-1961).
Es educado en la religión católica por dos institutrices, una francesa y la otra, suiza: la señorita Jeannette y la señorita Zwieck.
"Yo fui en realidad el niño mimado de eso que se llama una familia “respetable”, aunque aquí la palabra “respetable” debe ser utilizada sin ironía, ya que se trataba de una casa de gente más bien benévola y de principios."
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1905-1908
Durante el verano, la familia Gombrowicz deja Małoszyce y se va a Bodzechów, en la misma región, propiedad del abuelo materno Kotkowski, que inspirará más tarde el ambiente de las novelas Los Hechizados y Pornografía.
Acusado de pertenecer a la fracción revolucionaria del Partido Socialista polaco, el padre, Jan Onufry Gombrowicz, es arrestado y condenado a dos años de prisión, pero queda en libertad.
He aquí una escena que a menudo ha vuelto a mi memoria: el peón de labranza, con chaqueta y la cabeza desnuda bajo la lluvia, dirigiéndose a mi hermano Janusz, bien arrebujado éste en su abrigo y protegido por un paraguas. La dureza de los ojos, de las mejillas, de la boca de ese peón bajo la lluvia torrencial… La belleza.
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1910
Witold comienza sus estudios con dos institutrices, una francesa y la otra suizo-alemana, que le enseñaban sus respectivas lenguas.
"¡El juego! Esas travesuras nos permitían olvidar conflictos más profundos, más dramáticos, latentes en un segundo plano, y nos facilitaban notablemente la convivencia con mi madre. De ahí, sin duda, procede mi culto por el juego que aparece posteriormente en mi obra y la comprensión de su enorme importancia en la cultura."
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"La guerra que mis hermanos mayores y yo declaramos a mi madre consistía sobre todo en contradecir sistemáticamente todo cuanto decía. Bastaba con que mi madre observara, de pasada, que llovía para que, en seguida, una fuerza poderosa me hiciera exclamar con asombro estudiado, como si acabara de oír el mayor absurdo: ¡Cómo, pero si está brillando el sol!"
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En esos tiempos proustianos, había abundancia de criados, la institutriz francesa se ocupaba de los niños, y el papel de mi madre se limitaba a dar órdenes al cocinero o al jardinero. Lo que no le impedía repetir que “tenía toda la casa a su cargo”, que “el trabajo ennoblece” y “El jardín de Maloszyce es obra mía”, y “Menos mal que tengo sentido práctico”. [...]
“En mis momentos de asueto, me gusta leer a Spencer y a Fichte”, afirmaba con total sinceridad, aunque las obras de estos filósofos colmasen los estantes inferiores de la biblioteca, flamantes y con las páginas sin cortar. Testamento.Conversaciones con Dominique de Roux |